Los Israelitas, que se dirigieron a Canaán, la tierra prometida que fluía leche y miel, tuvieron que permanecer cuarenta años en el desierto.
Dios pudo haberlos llevado de una vez a Canaán, pero les hizo pasar cuarenta años en el desierto, porque quería educar y disciplinar a su pueblo, a fin de que no olvidaran sus mandamientos aun en su pacífica vida en Canaán(Dt. 8:2, 13:3).

A pasar de este amoroso cuidado de Dios, los israelitas no obedecieron sus mandamientos, tropezando en sus propósito pensamientos; y finalmente fueron destruidos en el desierto.
Ya que habian olvidado el proposito original del Éxodo, llegaron a buscar el camino de la satisfacción y el placer momentáneo, en lugar de la esperanza en Canaán; u perdieron finalmente la bendición y la alegría eterna.

Así, los mandamientos de Dios nos dan la gloria del reino de los cielos, como Canaán, pero los mandamientos de hombres no pueden darnos un futuro seguro.
Por eso Jesús dijo que el que guarda mandamientos de hombres, honra a Dios en vano.

Mr. 7:6-9 [Respondiendo él, les dijo: Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías, como está escrito: Este pueblo de labios me honra, mas su corazón está lejos de mí. Pues en vano me honran, enseñando como doctrinas mandamientos de hombres. Porque dejando el mandamiento de Dios, os aferráis a la tradición de los hombres: los lavamientos de los jarros y de los vasos de beber; y hacéis otras muchas cosas semejantes. Les decía también: Bien invalidáis el mandamiento de Dios para guardar vuestra tradición.]

¿Quiénes son los que hoy en día honran a Dios en vano?
¿Y los mandamientos de quién cumplen ellos?
Dios no nos ha dado sus mandamientos para molestarnos, sino para darnos su bendición y su gracia al hacernos creer en él y amarlo a traves de sus mandamientos.
Es por eso que debemos creer en que cada mandamiento de Dios hasido establecido para nosotros, y alabarlo por su gracia.