Los hijos no solo heredan la carne y la sangre de sus padres, sino que también reciben amor y atención infinitos de sus padres. Si la familia en la tierra es así, también lo es la familia en el cielo. La familia celestial también recibirá abundante amor, interés y bendiciones de Dios Padre y Dios Madre. Damos gracias a Dios Padre y Dios Madre por hacernos hijos de Dios.

Solo el Padre y la Madre celestiales están siempre con nosotros, hasta el fin del mundo. Ellos nos aman incondicionalmente, y su amor permanece firme en cualquier situación. Nuestro Padres celestiales nunca nos olvidaron cuando aún éramos pecadores. Ellos están siempre con nosotros, hasta el día en que volvamos al eterno reino de los cielos, y también allí estarán con nosotros por siempre.

Dios es nuestro Padre. Y Dios es nuestra Madre.
Dios Padre y Dios Madre vinieron a este mundo para encontrarnos a los pecadores.
Solo debemos dar gracias por el amor y la gracia de Dios que vino a esta tierra.
Y debemos vivir una vida que reciproque esa gracia.