El Apóstol Pablo dijo que estaba persiguiendo la meta, por la recompensa del supremo llamamiento de Dios. Una meta es, en otras palabras, una meta.

Para disfrutar de una vida feliz en el cielo eterno, debemos completar nuestro camino. Entonces, en lugar de desperdiciar 24 horas sin ningún plan o meta en la vida de hoy, fijémonos todos como nuestra meta la gran meta de la salvación de la humanidad, y corramos todos los días con la determinación de llevar el evangelio a la gente de todo el mundo. Lo más grande y más santo que Dios nos ha confiado es el evangelismo (1 Tesalonicenses 2:4).
Dios siempre nos está diciendo: “Conforme a vuestra fe”. ‘No es lo que hago, pero Dios obra a través de mí, entonces, ¿hay algo imposible para Dios?’ Si evangelizas con este tipo de fe, se pueden producir hermosos frutos en cualquier lugar. Creamos y sigamos adelante. Digámosle al Salvador Dios Padre y Dios Madre